Encuentro número 658
Ayer, si. Hace ya varios meses que no pasaba algo como ayer. Hace ya varios días que no me sentía así, hace ya varias semanas que no visitaba mi lugar feliz.
Fue bastante extraña la experiencia que tuve, volver a ver ese lugar, esa habitación de colores cambiantes, que se encuentran en constante movimiento, y que me recuerdan a los de una galaxia.
Volver a ver; la silla reposera, en la cual me sentaba a pensar esas noches infinitas; La mesita de luz, chiquita y blanca, a la cual acudí en varias ocasiones en busca de ideas, en busca de creaciones que me acompañen para así no sentirme sola o inservible.
Fue bastante extraña la experiencia que tuve, volver a ver ese lugar, esa habitación de colores cambiantes, que se encuentran en constante movimiento, y que me recuerdan a los de una galaxia.
Volver a ver; la silla reposera, en la cual me sentaba a pensar esas noches infinitas; La mesita de luz, chiquita y blanca, a la cual acudí en varias ocasiones en busca de ideas, en busca de creaciones que me acompañen para así no sentirme sola o inservible.
Ayer, volví a verme, pude volver a ver a esa nena de cabello negro, que se encontraba en ese lugar feliz; sola, asustada, pensando en todo y a la vez nada. Pude volver, y explorar. Sentarme, ver mis recuerdos que ambulaban en esa habitación. Recordarme, y salir. Cerrar la puerta, y dejar de pensar. Ayer me acorde de la primera vez que visite esa habitación, tenía 3 años. Como olvidarlo. Como olvidar esa puerta tan tentadora, grande, antigua, de tonalidades azules y violetas. Como olvidar la expresión de mi cara cuando la vio aparecer en el medio de mi pieza por primera vez. Como olvidar esa sensación que yacía en mi, de aventura, misterio y diversión. Como olvidarme del lugar que había creado, solamente para mí.
Cuando quería estar sola, cuando quería desaparecer, ella hacia presencia. Me invitaba a jugar y yo aceptaba siempre su invitación. Ese era mi lugar feliz, así era como de chiquita yo se lo nombraba a mi mama y como varias veces se lo contaba a mi muñeca Analia.
En mi lugar feliz, no existía gente y por lo tanto, no existía el dolor, las mentiras y el engaño. No había quien me hiriera. Pero eso sí, no me sentía sola. A veces, Analia venía a visitarme, cuando me quedaba por días en ese lugar. Creo que suena medio delirante, es decir, las muñecas no tienen vida y por lo tanto no pueden hablar. Pero en ese lugar, todo tenía vida. Mi mesa de luz blanca y chiquita, la silla reposera, Analia, mi cuadro de Picasso, mi maseta, mis flores. Todas mis cosas tenían vida, y lo mejor de todo es que en ese lugar tampoco existía la muerte, es decir, jamás iba a sufrir esa decepción de que ese lugar acabaría cuando yo me muriera.
Mi lugar feliz, era el que todo niño deseaba pero que solamente yo tenía. Era tan perfecto que no podía evitar visitarlo seguido.
Las últimas veces que lo visite, tenía 15 años y mis visitas no eran muy frecuentes. Ya sentía que no era tan necesario darme una vuelta por ahí, yo podía vivir sin él.
Mi visita de ayer, fue bastante peculiar. Las cosas seguían estando tal y como las deje, pero fue volver a recordar las cosas que pasaron ahí, volver a recordar las risas con Analia, los chusmerios con mi mesita de luz, esas charlas largas con mi silla reposa . Fue una situacion bastante melancólica. ¿Cómo explicarle a las flores que ya estaba bastante grande para visitar ese lugar? ¿Cómo decirle a Analia que no la necesitaba más? La realidad es esta, soy muy débil. No puedo decir que no y mucho menos decirle que a esa puerta grande y antigua, cuando se me aparece en el medio de mi pieza.
Mi visita de ayer, fue bastante peculiar. Las cosas seguían estando tal y como las deje, pero fue volver a recordar las cosas que pasaron ahí, volver a recordar las risas con Analia, los chusmerios con mi mesita de luz, esas charlas largas con mi silla reposa . Fue una situacion bastante melancólica. ¿Cómo explicarle a las flores que ya estaba bastante grande para visitar ese lugar? ¿Cómo decirle a Analia que no la necesitaba más? La realidad es esta, soy muy débil. No puedo decir que no y mucho menos decirle que a esa puerta grande y antigua, cuando se me aparece en el medio de mi pieza.

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